1.09.2011

Epílogo


Éstos diarios de viaje en Chile y Polinesia no hubieran sido posibles sin la magia de todos los personajes que tuvimos oportunidad de cruzarnos. Sin ellos, éstas crónicas estarían huérfanas. Por orden de aparición, queremos agradecerles a: Don Carlos, Werner, Agnés, Yamal, Francis Mallman, Jonah Lomu Brother´s, Daniel y su padre, Pascual, el Perro nadador, Crystal, Mathew y Camille, Francesa NN, Pato Abbondancieri, Terminator, Nano, Benjamin, Victoriano y “shit” Michael.

Isla de Pascua III









Tres días de regreso a Isla de Pascua. La diferencia horaria con Tahití nos llevó el primero durmiendo y descansando. Apenas unas vueltas por el centrito de la ciudad para reconfirmar la poca amabilidad de los chilenos. Aunque no era el caso de Benjamín y Victoriano, los dueños del camping. Yerno y suegro respectivamente. Militares ambos. La historia cuenta que Victoriano era el jefe de Benjamín y éste no tuvo mejor idea que levantarse a la hija. “Le cayó mal a Victoriano que te hayas levantado a su hija?” le pregunté. “Mal no, malísimo….” me respondió Benjamín, oriundo de sangre Rapa Nui. Difícil de imaginar al bueno de Victoriano enojado. En nuestro segundo día de regreso a la Isla, nos llevó hasta la playa Anakena, la única que existe en la Isla. Anakena está a unos 25km del centro, tiene una bahía de arena blanca, con palmeras y aguas cálidas. Nuestra estadía estuvo rodeada de viento. Insoportable. La cámara fotográfica volvió a ser protagonista excluyente. Luego de sacarle fotos a unos moais ubicados sobre la playa, Sabrina miró a uno más apartado, “feo, gordo y petiso él” pensó, por lo cual consideró que no era necesario sacarle una foto. A los pocos segundos de atravesársele el pensamiento, una ráfaga inexplicable de arena sacudió el lente y la dejó inutilizada por unas 5 horas. Momento en el que mágicamente volvió a funcionar para romperse definitivamente el último día de nuestro viaje. Creer o reventar. No había ningún Yamal a mano para hacerle frente al poder del Moai. Los últimos días nos permitieron descubrir un nuevo amigo en el recorrido. “Shit” Michael. Holandés él, venía viajando hacía varios meses y también paraba en el camping. Tenía una peculiar forma de expresarse. Remataba todas su frases con el “shit”. El momento cumbre se produjo cuando estábamos conversado en castellano con Benjamin, el enorme Rapa Nui dueño del camping, y nos cuenta que era Militar. Nosotros le tradujimos a Michael, quien respondió: “Militar, really???? Ooooohhh…..shiiiiiit!!!”. La cara del Rapa Nui nos hizo temblar. Por suerte no pasó a mayores. Con Michael emprendimos la excursión más inútil de nuestro viaje. Nos dedicamos a caminar durante 6 horas para intentar ver un Moai que en realidad…no existía. En el camino nos metimos en unas cavernas donde tomamos algunas fotos.

Los últimos días de viaje son siempre nostálgicos y de balance. Aunque uno empieza a extrañar el contacto con los seres queridos siempre atrapa la posibilidad de seguir viajando para conocer lugares y gente. La libertad de viajar, crecer. Lo más hermoso de éstas experiencias, como le sucede a los personajes de las Road movies, es que uno ha cambiado y no es el mismo al final del recorrido.

Sólo queda un aliciente ante el inevitable final de cada viaje. Empezar a diagramar el próximo destino…

Papeete





El que se propone venir a la Polinesia seguramente lo hace porque busca playas hermosas y tranquilidad. Esto último en Papeete no lo va a encontrar. Papeete es la capital de Tahití. Y allí vive mucha gente. Tiene todos los vicios de la mayoría de las ciudades. Suciedad, pobres revolviendo la basura, tráfico y la sirena de la policía y los bomberos sonando una y otra vez. El quilombo nuestro de cada día.

Una particularidad que tienen sus calles es el peatón con prioridad absoluta al cruzar. Al no haber semáforos en muchas esquinas, uno se puede dar el lujo de cruzar una avenida y parar el tránsito de los autos que vienen a velocidad con solo levantar la mano. Conocimos el famoso Mercado de Papeete donde se puede comprar todo tipo de frutas, verduras o especias como así también ropa y artesanías. Luego una vuelta por el museo de la Perla, que es la producción más importante que tiene Tahití junto con la Vainilla. Unas vueltas por algún que otro Parque y al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a Isla de Pascua.

Huahine II












Acá en el camping hay tres perros, pero uno en especial, se propuso cuidarnos. El primer día nos fuimos a caminar por la playa rumbo a la casa de Pascual. En un momento advertimos su presencia y cuando el camino se hizo intransitable, el animal paró. Estuvimos un rato largo hablando con Pascual en su alojamiento y a la vuelta, el perrito permanecía en el mismo lugar esperando por nuestro regreso. Siempre a una distancia prudente de un par de metros nos acompañó en la vuelta al camping. Durante la noche se quedó durmiendo en la puerta de nuestra habitación. Lo más asombroso fue cuando al día siguiente nos metimos en el agua a hacer snorkel. El perro se metió con nosotros y entró a nadar. Llegó un momento que la profundidad no le permitía hacer pie y, hábil conocedor de la zona, se paraba en los corales, descansaba unos instantes y seguía la marcha. Así fue como se metió a unos 400 metros adentro de la laguna. Una vez acabados los corales el tipo emprendió el regreso. Pero siguió firme y estoico desde la costa nuestro accionar en el agua. No se movió de allí hasta que retornamos.

Alguien pudo generar tanta demostración de afecto como éste animal? Si, Pascual. El hombre no entiendo bien cómo ni por qué se propuso que nuestro paso por Huahine quede grabado para nuestra posteridad sin pedir nada a cambio. Debo confesar que durante “el día Pascual” mi desconfianza me llevó a pensar más de una vez que en cualquier momento nos garcaba. Pasó por el camping a buscarnos, nos subió a su bote, y luego de un recorrido por la bahía de su casa, nos deposito en la isla paradisíca situada frente a su morada. El tipo nos dejó allí, en medio del agua cristalina, la arena y las palmeras. Pegó media vuelta y prometió volver por nosotros unas 3 horas más tarde. Fueron horas en las que parecíamos estar en la isla de la Laguna Azul. Al bajar el sol y la temperatura, la cosa empezó a ponerse algo tensa. Pascual no venía y los pensamientos nuestros comenzaron a ganarnos. “…Éste nos la mandó a guardar, mientras nos hacemos los delfines, el tipo nos está sacando todo y que nos venga a buscar Magoya…” Pero antes de entrar en paranoia completa, en el horizonte apareció nuestro mesías con su enorme sonrisa de dientes blancos y su bote a todo motor.

La noche nos encontró en el agasajo que Pascual había preparado para los huéspedes de su alojamiento, todos alrededor de un horno extrañísimo con forma de cohete, donde por dentro cocinaba una pata de cerdo, y por encima, tenía una parrilla con todo tipo de pescados. Para matizar la espera, la riquísima cerveza tahitiana Hinano. La ceremonia culinaria duro un buen rato. Mientras tanto, intercambiamos unas pocas palabras con los señores huéspedes. Con uno, que parecía el hermano francés del Pato Abbondancieri, cruzamos algo sobre Zidane y su destacadísima actuación en la Copa Mundial 2006. Como olvidar el baile que le dio a Brasil! No mucho más. El otro huésped, una versión blonda de Terminator. Nuestro inglés no era algo fluidísimo pero el de éste tipo era muy extraño. Ante cada pregunta nuestra nos miraba fijo a los ojos, respiraba hondo, se tomaba 30 segundos para buscar las palabras precisas, y cuando parecía responder en un inglés demoledor, salía con cualquier tipo de sonido que nada tenía que ver con el lenguaje humano. Entre las pocas cosas que pudimos entender con claridad: la primera que era soldier y la segunda que notificaba al gobierno francés sobre personas no calificadas (de vaya uno a saber que mierda) en Polinesia. No había mucho más para hablar con éste sujeto. Así como Pascual tiene una familia adorable, también sus amigos lo son. Promediando la cocción de la cena conocimos a Nano. El mejor amigo. Un tipo muy gracioso y divertido. Durante 15 años trabajo como distribuidor exclusivo en Polinesia de la cerveza Hinano. Ganaba muy buena plata pero vivía de Lunes a Viernes sin poder ver a su familia. Motivo fundamental por el cual tomó la difícil decisión de dejar de trabajar. Antes pagaba lo que quería con su tarjeta de crédito y hoy juntaba las monedas para comprar el pan en el supermercado. Pero confesaba sentirse una persona feliz. Volvamos a Pascual. Que comida preparó nuestro amigo! Toda clase de pescados. Marinados con salsas de coco o vainilla. Pez espada, atún y salmón. Todo en cantidades industriales. Y nosotros ahí. Comiendo esas delicias que mi memoria jamás podrá olvidar. No satisfecho con invitarnos a cenar, ahora me quería llevar al coral a hacer Surf con sus hijos. Pero al otro día debíamos partir bien temprano rumbo a Papeete. Ya era demasiado. Lo mínimo que podíamos hacer era levantar la mesa y lavar los platos. Fue durísimo convencerlo. Logramos el objetivo y pudimos devolverle con un mínimo gesto de nuestra parte tanta demostración de cordialidad. El Pato Abbondancieri, Terminator y sus respectivas familias, con los estómagos llenos, se levantaron rápido. Emprendieron la retirada declarando al unísono: “bon nuit”.

A ésta altura, Nano estaba entrado en alcohol y no paraba de tirar lecciones de vida: “tu mujer es tu mejor amigo y vos sos el mejor amigo de tu mujer”, “si tu mente está clara, no tenés nada de qué preocuparte”, “la plata pervierte y divide a la familia”, “a los amigos verdaderos los contás con pocos dedos de una mano, si no te alcanzan los dedos para contarlos, muy probablemente sea porque no tenés ninguno que valga la pena”.

Pascual feliz, no dejaba pasar oportunidad para pronunciar la nueva palabra que había aprendido en castellano: “sandía”. El postre que inundó la mesa posterior al pescado. Según él, la primera cerveza la disfrutaba, la segunda le daba sueño, y a partir de la tercera no podía recordar que le pasaba. Como así tampoco los nombres de las personas. De repente cambió el mío y empezó a llamarme “Bernardo”. La noche terminó a puro abrazo.

Cualquier persona con ganas de visitar la polinesia no debe dejar de lado la isla de Huahine. Si quiere sentirse como en su casa y disfrutar del encanto de las mejores playas sin la presencia de las grandes cadenas hoteleras, Pascual le abre las puertas del paraíso: www.hivaone.com

Nos levantamos bien temprano para tomar el vuelo a Papeete. A punto de pasar el control para subir al avión, aparece Nano al grito de: “Argentina!”. Se levantó a las 7:30 para despedirnos. Recorrió con su camioneta los 30km de su casa al aeropuerto, nos regalo un libro y dejo en claro que teníamos las puertas abiertas de su casa si queríamos regresar a Polinesia. Un gesto que nos dejó conmovidos, en deuda.

1.05.2011

Huahine I







Idea original. Alojarnos en la pensión Chez Guynette que se encontraba en la zona céntrica de la isla. Cerrada ésta, comenzó el raid de averiguaciones. Preguntando a la gente del lugar, fuimos a parar con el conductor de un gran Truck que transportaba turistas del crucero Paul Gauguin. El hombre nos recomendó alojarnos en la zona más alejada de la Isla. Donde estaban las mejores playas. Entre charla y charla, nos terminó llevando en su transporte hasta el camping Aiiura. Cerca de su casa. O mejor dicho de su hospedaje. Lo que a primera vista parecía ser un simple chofer, resultó ser el dueño de un hermoso alojamiento en la mejor zona de Huahine. Y un ser humano maravilloso. Nos fue contando absolutamente todo durante el recorrido. Su amor por la familia, el placer de vivir en Huahine, la vida sin stress, sus clases de español, los vegetales y las frutas típicas de la isla, etc. Luego de rentar nuestro cuarto en el camping nos fuimos a visitar su alojamiento. A unos 500 metros. El hombre no paraba con su generosidad. Ahora nos invitaba a comer un ue de pescado a las brasas la noche anterior a nuestro regreso. Ante nuestra negativa a la invitación, Pascual nos pedía por favor que aceptáramos puesto que para él era un gesto natural dar, no quería ni pedía nada a cambio. Su placer era poder compartir su mundo con nosotros. Aceptamos y al plan original, nuestro altruista amigo le anexó un viaje en su bote al motu (isla) ubicado frente a su alojamiento.

En el camping la cosa no fue menos. Ubicado sobre la playa, el cuarto que tomamos también resulto ser muy cómodo y bonito. El azar nos cruzó nuevamente con un matrimonio suizo que conocimos en nuestro paso por Moorea. La cena nos encontró en una gran mesa con Cristal (la dueña) y sus hijos, nuestros conocidos de Suiza y una francesa que no recuerdo su nombre.

Les mostramos algunas fotos de nuestros viajes por el Norte y Sur de Argentina, compartimos unos videos musicales que trajeron los chicos en sus computadoras, y el suizo Mathew recomendaba una y otra vez el sudeste asiático. Según él, en Filipinas hay unas playas increíbles. Es muy barato y hasta hablan español. Una vez allí, si uno tiene ganas de seguir viajando, lo puede hacer con los low cost de las aerolíneas asiáticas. Por unos 30 dólares se puede volar de Filipinas a Malasia. Para comprobarlo hay que visitar www.airasia.com o www.tiggerasia.com . Todo muy ameno hasta que se me ocurrió traer a la mesa el nombre de Nicolás Sarkozy. Ahí la cosa se puso picante. Estaba claro que no lo querían.

Bora Bora III







Las quemaduras del sol no nos sacaban la felicidad de haber pasado un día maravilloso en el agua de Bora Bora. No podíamos salir de nuestro asombro por la magnificencia del agua. La temperatura perfecta, el color soñado. Realmente vale la pena conocer éste lugar. Cerca del mediodía, mientras descansábamos en la playa, apareció nuevamente Werner. Charlamos durante un rato. El tipo estaba alojado en una camioneta abandonada. También nos contó que había dado la vuelta a la isla caminando. Le llevó unas 6 horas. El hombre no se amedrentaba frente a los precios de Bora Bora. No gastaba un mango en alojamiento, se alimentaba con avena, sus excursiones predilectas eran las caminatas, y si tenía que cagar o mear, siempre había un yuyal disponible. Le pasamos el dato de un resort abandonado a unos pocos kilómetros. Agradeció la data y se fue en busca de su próximo alojamiento ocupa.

Luego de disfrutar durante dos días del inconmensurable agua de Bora, decidimos que en nuestro próximo tramo en Polinesia tendría que primar la playa. Los consejos de nuestro vecino de cuarto Daniel, nos convencieron de cambiar nuestro tercer destino. La isla de Huahine por Raiatea.

Daniel, nuestros vecino de la pension Robert et Tina. El muchacho era de Esovaquia pero vivía en Australia, estaba de viaje con su padre de 75 años, y en cuanto tenía oportunidad se metía en nuestra habitación para hablar de lo que sea. Una maquina. No paraba. Cualquier tema le servía para demostrar su perfecto inglés y la necesidad constante de programar la vida suya y ajena.

Con el correr de los días y la ausencia de sol, el sujeto se fue asimilando cada vez al personaje de El Plomero de Peter Weir. Una vez que se fueron las nubes y el encierro me di cuenta que se trataba más bien de un personaje similar al de Daniel Araoz en El Hombre de al lado.

Según las averiguaciones pertinentes, Raiatea no tenía playas. Huahine si y nos habían hablado muy bien de algunas pensiones. Pagamos la multa de 20 dólares a Air Tahiti por el cambio. El vuelo nos permitió disfrutar desde el aire la mágica figura de la Isla de Bora Bora. Cómo comulgan el mar, el motu (isla) y la laguna.

Bora Bora II







Lo que empezó como un lindo encuentro terminó siendo una carga. Invitamos a Werner a pasar la noche en nuestro Bungalow de Bora Bora. El hombre no fue atrevido ni cometió ningún desliz, pero no tuvo reparos en tirarse sus estruendosas flatulencias cuando su cuerpo lo requería. Ésto, sumado al hecho de tener un invitado sin dar aviso a los dueños, hicieron que pasemos una noche poco relajada. A la mañana siguiente Werner tomó sus cosas y se fue bajo la lluvia en busca de alojamiento. La lluvia. Un invitado inesperado en nuestro viaje. Dos días interminables de caída de agua. Cuando preguntábamos a la gente, la respuesta era la misma: “lluvia durante toda la semana”. La puta madre. Venir hasta acá para estar encerrado y mirar la playa desde la ventana de nuestro nuevo cuarto en el alojamiento Robert et Tina. La cosa se fue poniendo densa. El clima no mejoraba y se acercaba el año nuevo. Que se puede hacer en éstos momentos de bronca? Don´t worry, be happy. Para ello, empezó a sonar una y otra vez nuestro hit de éstos días bajo el agua: It´s Rainning Again, de Supertramp. Pero siempre que llovió paró. La noche de año nuevo nos trajo las primeras estrellas desde el cielo de Bora Bora. Con nuestros vecinos de cuarto, Eslovacos ellos, nos fuimos a sacar unas fotos a la playa, brindamos con cerveza, vino y a la cama. Despertamos con sol. Las pocas nubes fueron desapareciendo hasta dejar el cielo completamente limpio. Tal era nuestra algarabía por el clima y la belleza del lugar, que nos olvidamos por completo del protector solar. El agua en Bora Bora es perfecta. Absolutamente clara. Como estar en una gigantesca pileta de natación. El snorkel nos premitió ver nuestra primer raya marina en vivo y en directo. Son bichos absolutamente inofensivos que salen rajando ante la presencia de humanos. Extasiados de tanta belleza, la noche nos encontró con un incendio en nuestros cuerpos. Difícil. Mucha crema humectante para paliar las consecuencias. A duras penas pudimos dormir.