1.09.2011

Epílogo


Éstos diarios de viaje en Chile y Polinesia no hubieran sido posibles sin la magia de todos los personajes que tuvimos oportunidad de cruzarnos. Sin ellos, éstas crónicas estarían huérfanas. Por orden de aparición, queremos agradecerles a: Don Carlos, Werner, Agnés, Yamal, Francis Mallman, Jonah Lomu Brother´s, Daniel y su padre, Pascual, el Perro nadador, Crystal, Mathew y Camille, Francesa NN, Pato Abbondancieri, Terminator, Nano, Benjamin, Victoriano y “shit” Michael.

Isla de Pascua III









Tres días de regreso a Isla de Pascua. La diferencia horaria con Tahití nos llevó el primero durmiendo y descansando. Apenas unas vueltas por el centrito de la ciudad para reconfirmar la poca amabilidad de los chilenos. Aunque no era el caso de Benjamín y Victoriano, los dueños del camping. Yerno y suegro respectivamente. Militares ambos. La historia cuenta que Victoriano era el jefe de Benjamín y éste no tuvo mejor idea que levantarse a la hija. “Le cayó mal a Victoriano que te hayas levantado a su hija?” le pregunté. “Mal no, malísimo….” me respondió Benjamín, oriundo de sangre Rapa Nui. Difícil de imaginar al bueno de Victoriano enojado. En nuestro segundo día de regreso a la Isla, nos llevó hasta la playa Anakena, la única que existe en la Isla. Anakena está a unos 25km del centro, tiene una bahía de arena blanca, con palmeras y aguas cálidas. Nuestra estadía estuvo rodeada de viento. Insoportable. La cámara fotográfica volvió a ser protagonista excluyente. Luego de sacarle fotos a unos moais ubicados sobre la playa, Sabrina miró a uno más apartado, “feo, gordo y petiso él” pensó, por lo cual consideró que no era necesario sacarle una foto. A los pocos segundos de atravesársele el pensamiento, una ráfaga inexplicable de arena sacudió el lente y la dejó inutilizada por unas 5 horas. Momento en el que mágicamente volvió a funcionar para romperse definitivamente el último día de nuestro viaje. Creer o reventar. No había ningún Yamal a mano para hacerle frente al poder del Moai. Los últimos días nos permitieron descubrir un nuevo amigo en el recorrido. “Shit” Michael. Holandés él, venía viajando hacía varios meses y también paraba en el camping. Tenía una peculiar forma de expresarse. Remataba todas su frases con el “shit”. El momento cumbre se produjo cuando estábamos conversado en castellano con Benjamin, el enorme Rapa Nui dueño del camping, y nos cuenta que era Militar. Nosotros le tradujimos a Michael, quien respondió: “Militar, really???? Ooooohhh…..shiiiiiit!!!”. La cara del Rapa Nui nos hizo temblar. Por suerte no pasó a mayores. Con Michael emprendimos la excursión más inútil de nuestro viaje. Nos dedicamos a caminar durante 6 horas para intentar ver un Moai que en realidad…no existía. En el camino nos metimos en unas cavernas donde tomamos algunas fotos.

Los últimos días de viaje son siempre nostálgicos y de balance. Aunque uno empieza a extrañar el contacto con los seres queridos siempre atrapa la posibilidad de seguir viajando para conocer lugares y gente. La libertad de viajar, crecer. Lo más hermoso de éstas experiencias, como le sucede a los personajes de las Road movies, es que uno ha cambiado y no es el mismo al final del recorrido.

Sólo queda un aliciente ante el inevitable final de cada viaje. Empezar a diagramar el próximo destino…

Papeete





El que se propone venir a la Polinesia seguramente lo hace porque busca playas hermosas y tranquilidad. Esto último en Papeete no lo va a encontrar. Papeete es la capital de Tahití. Y allí vive mucha gente. Tiene todos los vicios de la mayoría de las ciudades. Suciedad, pobres revolviendo la basura, tráfico y la sirena de la policía y los bomberos sonando una y otra vez. El quilombo nuestro de cada día.

Una particularidad que tienen sus calles es el peatón con prioridad absoluta al cruzar. Al no haber semáforos en muchas esquinas, uno se puede dar el lujo de cruzar una avenida y parar el tránsito de los autos que vienen a velocidad con solo levantar la mano. Conocimos el famoso Mercado de Papeete donde se puede comprar todo tipo de frutas, verduras o especias como así también ropa y artesanías. Luego una vuelta por el museo de la Perla, que es la producción más importante que tiene Tahití junto con la Vainilla. Unas vueltas por algún que otro Parque y al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a Isla de Pascua.

Huahine II












Acá en el camping hay tres perros, pero uno en especial, se propuso cuidarnos. El primer día nos fuimos a caminar por la playa rumbo a la casa de Pascual. En un momento advertimos su presencia y cuando el camino se hizo intransitable, el animal paró. Estuvimos un rato largo hablando con Pascual en su alojamiento y a la vuelta, el perrito permanecía en el mismo lugar esperando por nuestro regreso. Siempre a una distancia prudente de un par de metros nos acompañó en la vuelta al camping. Durante la noche se quedó durmiendo en la puerta de nuestra habitación. Lo más asombroso fue cuando al día siguiente nos metimos en el agua a hacer snorkel. El perro se metió con nosotros y entró a nadar. Llegó un momento que la profundidad no le permitía hacer pie y, hábil conocedor de la zona, se paraba en los corales, descansaba unos instantes y seguía la marcha. Así fue como se metió a unos 400 metros adentro de la laguna. Una vez acabados los corales el tipo emprendió el regreso. Pero siguió firme y estoico desde la costa nuestro accionar en el agua. No se movió de allí hasta que retornamos.

Alguien pudo generar tanta demostración de afecto como éste animal? Si, Pascual. El hombre no entiendo bien cómo ni por qué se propuso que nuestro paso por Huahine quede grabado para nuestra posteridad sin pedir nada a cambio. Debo confesar que durante “el día Pascual” mi desconfianza me llevó a pensar más de una vez que en cualquier momento nos garcaba. Pasó por el camping a buscarnos, nos subió a su bote, y luego de un recorrido por la bahía de su casa, nos deposito en la isla paradisíca situada frente a su morada. El tipo nos dejó allí, en medio del agua cristalina, la arena y las palmeras. Pegó media vuelta y prometió volver por nosotros unas 3 horas más tarde. Fueron horas en las que parecíamos estar en la isla de la Laguna Azul. Al bajar el sol y la temperatura, la cosa empezó a ponerse algo tensa. Pascual no venía y los pensamientos nuestros comenzaron a ganarnos. “…Éste nos la mandó a guardar, mientras nos hacemos los delfines, el tipo nos está sacando todo y que nos venga a buscar Magoya…” Pero antes de entrar en paranoia completa, en el horizonte apareció nuestro mesías con su enorme sonrisa de dientes blancos y su bote a todo motor.

La noche nos encontró en el agasajo que Pascual había preparado para los huéspedes de su alojamiento, todos alrededor de un horno extrañísimo con forma de cohete, donde por dentro cocinaba una pata de cerdo, y por encima, tenía una parrilla con todo tipo de pescados. Para matizar la espera, la riquísima cerveza tahitiana Hinano. La ceremonia culinaria duro un buen rato. Mientras tanto, intercambiamos unas pocas palabras con los señores huéspedes. Con uno, que parecía el hermano francés del Pato Abbondancieri, cruzamos algo sobre Zidane y su destacadísima actuación en la Copa Mundial 2006. Como olvidar el baile que le dio a Brasil! No mucho más. El otro huésped, una versión blonda de Terminator. Nuestro inglés no era algo fluidísimo pero el de éste tipo era muy extraño. Ante cada pregunta nuestra nos miraba fijo a los ojos, respiraba hondo, se tomaba 30 segundos para buscar las palabras precisas, y cuando parecía responder en un inglés demoledor, salía con cualquier tipo de sonido que nada tenía que ver con el lenguaje humano. Entre las pocas cosas que pudimos entender con claridad: la primera que era soldier y la segunda que notificaba al gobierno francés sobre personas no calificadas (de vaya uno a saber que mierda) en Polinesia. No había mucho más para hablar con éste sujeto. Así como Pascual tiene una familia adorable, también sus amigos lo son. Promediando la cocción de la cena conocimos a Nano. El mejor amigo. Un tipo muy gracioso y divertido. Durante 15 años trabajo como distribuidor exclusivo en Polinesia de la cerveza Hinano. Ganaba muy buena plata pero vivía de Lunes a Viernes sin poder ver a su familia. Motivo fundamental por el cual tomó la difícil decisión de dejar de trabajar. Antes pagaba lo que quería con su tarjeta de crédito y hoy juntaba las monedas para comprar el pan en el supermercado. Pero confesaba sentirse una persona feliz. Volvamos a Pascual. Que comida preparó nuestro amigo! Toda clase de pescados. Marinados con salsas de coco o vainilla. Pez espada, atún y salmón. Todo en cantidades industriales. Y nosotros ahí. Comiendo esas delicias que mi memoria jamás podrá olvidar. No satisfecho con invitarnos a cenar, ahora me quería llevar al coral a hacer Surf con sus hijos. Pero al otro día debíamos partir bien temprano rumbo a Papeete. Ya era demasiado. Lo mínimo que podíamos hacer era levantar la mesa y lavar los platos. Fue durísimo convencerlo. Logramos el objetivo y pudimos devolverle con un mínimo gesto de nuestra parte tanta demostración de cordialidad. El Pato Abbondancieri, Terminator y sus respectivas familias, con los estómagos llenos, se levantaron rápido. Emprendieron la retirada declarando al unísono: “bon nuit”.

A ésta altura, Nano estaba entrado en alcohol y no paraba de tirar lecciones de vida: “tu mujer es tu mejor amigo y vos sos el mejor amigo de tu mujer”, “si tu mente está clara, no tenés nada de qué preocuparte”, “la plata pervierte y divide a la familia”, “a los amigos verdaderos los contás con pocos dedos de una mano, si no te alcanzan los dedos para contarlos, muy probablemente sea porque no tenés ninguno que valga la pena”.

Pascual feliz, no dejaba pasar oportunidad para pronunciar la nueva palabra que había aprendido en castellano: “sandía”. El postre que inundó la mesa posterior al pescado. Según él, la primera cerveza la disfrutaba, la segunda le daba sueño, y a partir de la tercera no podía recordar que le pasaba. Como así tampoco los nombres de las personas. De repente cambió el mío y empezó a llamarme “Bernardo”. La noche terminó a puro abrazo.

Cualquier persona con ganas de visitar la polinesia no debe dejar de lado la isla de Huahine. Si quiere sentirse como en su casa y disfrutar del encanto de las mejores playas sin la presencia de las grandes cadenas hoteleras, Pascual le abre las puertas del paraíso: www.hivaone.com

Nos levantamos bien temprano para tomar el vuelo a Papeete. A punto de pasar el control para subir al avión, aparece Nano al grito de: “Argentina!”. Se levantó a las 7:30 para despedirnos. Recorrió con su camioneta los 30km de su casa al aeropuerto, nos regalo un libro y dejo en claro que teníamos las puertas abiertas de su casa si queríamos regresar a Polinesia. Un gesto que nos dejó conmovidos, en deuda.

1.05.2011

Huahine I







Idea original. Alojarnos en la pensión Chez Guynette que se encontraba en la zona céntrica de la isla. Cerrada ésta, comenzó el raid de averiguaciones. Preguntando a la gente del lugar, fuimos a parar con el conductor de un gran Truck que transportaba turistas del crucero Paul Gauguin. El hombre nos recomendó alojarnos en la zona más alejada de la Isla. Donde estaban las mejores playas. Entre charla y charla, nos terminó llevando en su transporte hasta el camping Aiiura. Cerca de su casa. O mejor dicho de su hospedaje. Lo que a primera vista parecía ser un simple chofer, resultó ser el dueño de un hermoso alojamiento en la mejor zona de Huahine. Y un ser humano maravilloso. Nos fue contando absolutamente todo durante el recorrido. Su amor por la familia, el placer de vivir en Huahine, la vida sin stress, sus clases de español, los vegetales y las frutas típicas de la isla, etc. Luego de rentar nuestro cuarto en el camping nos fuimos a visitar su alojamiento. A unos 500 metros. El hombre no paraba con su generosidad. Ahora nos invitaba a comer un ue de pescado a las brasas la noche anterior a nuestro regreso. Ante nuestra negativa a la invitación, Pascual nos pedía por favor que aceptáramos puesto que para él era un gesto natural dar, no quería ni pedía nada a cambio. Su placer era poder compartir su mundo con nosotros. Aceptamos y al plan original, nuestro altruista amigo le anexó un viaje en su bote al motu (isla) ubicado frente a su alojamiento.

En el camping la cosa no fue menos. Ubicado sobre la playa, el cuarto que tomamos también resulto ser muy cómodo y bonito. El azar nos cruzó nuevamente con un matrimonio suizo que conocimos en nuestro paso por Moorea. La cena nos encontró en una gran mesa con Cristal (la dueña) y sus hijos, nuestros conocidos de Suiza y una francesa que no recuerdo su nombre.

Les mostramos algunas fotos de nuestros viajes por el Norte y Sur de Argentina, compartimos unos videos musicales que trajeron los chicos en sus computadoras, y el suizo Mathew recomendaba una y otra vez el sudeste asiático. Según él, en Filipinas hay unas playas increíbles. Es muy barato y hasta hablan español. Una vez allí, si uno tiene ganas de seguir viajando, lo puede hacer con los low cost de las aerolíneas asiáticas. Por unos 30 dólares se puede volar de Filipinas a Malasia. Para comprobarlo hay que visitar www.airasia.com o www.tiggerasia.com . Todo muy ameno hasta que se me ocurrió traer a la mesa el nombre de Nicolás Sarkozy. Ahí la cosa se puso picante. Estaba claro que no lo querían.

Bora Bora III







Las quemaduras del sol no nos sacaban la felicidad de haber pasado un día maravilloso en el agua de Bora Bora. No podíamos salir de nuestro asombro por la magnificencia del agua. La temperatura perfecta, el color soñado. Realmente vale la pena conocer éste lugar. Cerca del mediodía, mientras descansábamos en la playa, apareció nuevamente Werner. Charlamos durante un rato. El tipo estaba alojado en una camioneta abandonada. También nos contó que había dado la vuelta a la isla caminando. Le llevó unas 6 horas. El hombre no se amedrentaba frente a los precios de Bora Bora. No gastaba un mango en alojamiento, se alimentaba con avena, sus excursiones predilectas eran las caminatas, y si tenía que cagar o mear, siempre había un yuyal disponible. Le pasamos el dato de un resort abandonado a unos pocos kilómetros. Agradeció la data y se fue en busca de su próximo alojamiento ocupa.

Luego de disfrutar durante dos días del inconmensurable agua de Bora, decidimos que en nuestro próximo tramo en Polinesia tendría que primar la playa. Los consejos de nuestro vecino de cuarto Daniel, nos convencieron de cambiar nuestro tercer destino. La isla de Huahine por Raiatea.

Daniel, nuestros vecino de la pension Robert et Tina. El muchacho era de Esovaquia pero vivía en Australia, estaba de viaje con su padre de 75 años, y en cuanto tenía oportunidad se metía en nuestra habitación para hablar de lo que sea. Una maquina. No paraba. Cualquier tema le servía para demostrar su perfecto inglés y la necesidad constante de programar la vida suya y ajena.

Con el correr de los días y la ausencia de sol, el sujeto se fue asimilando cada vez al personaje de El Plomero de Peter Weir. Una vez que se fueron las nubes y el encierro me di cuenta que se trataba más bien de un personaje similar al de Daniel Araoz en El Hombre de al lado.

Según las averiguaciones pertinentes, Raiatea no tenía playas. Huahine si y nos habían hablado muy bien de algunas pensiones. Pagamos la multa de 20 dólares a Air Tahiti por el cambio. El vuelo nos permitió disfrutar desde el aire la mágica figura de la Isla de Bora Bora. Cómo comulgan el mar, el motu (isla) y la laguna.

Bora Bora II







Lo que empezó como un lindo encuentro terminó siendo una carga. Invitamos a Werner a pasar la noche en nuestro Bungalow de Bora Bora. El hombre no fue atrevido ni cometió ningún desliz, pero no tuvo reparos en tirarse sus estruendosas flatulencias cuando su cuerpo lo requería. Ésto, sumado al hecho de tener un invitado sin dar aviso a los dueños, hicieron que pasemos una noche poco relajada. A la mañana siguiente Werner tomó sus cosas y se fue bajo la lluvia en busca de alojamiento. La lluvia. Un invitado inesperado en nuestro viaje. Dos días interminables de caída de agua. Cuando preguntábamos a la gente, la respuesta era la misma: “lluvia durante toda la semana”. La puta madre. Venir hasta acá para estar encerrado y mirar la playa desde la ventana de nuestro nuevo cuarto en el alojamiento Robert et Tina. La cosa se fue poniendo densa. El clima no mejoraba y se acercaba el año nuevo. Que se puede hacer en éstos momentos de bronca? Don´t worry, be happy. Para ello, empezó a sonar una y otra vez nuestro hit de éstos días bajo el agua: It´s Rainning Again, de Supertramp. Pero siempre que llovió paró. La noche de año nuevo nos trajo las primeras estrellas desde el cielo de Bora Bora. Con nuestros vecinos de cuarto, Eslovacos ellos, nos fuimos a sacar unas fotos a la playa, brindamos con cerveza, vino y a la cama. Despertamos con sol. Las pocas nubes fueron desapareciendo hasta dejar el cielo completamente limpio. Tal era nuestra algarabía por el clima y la belleza del lugar, que nos olvidamos por completo del protector solar. El agua en Bora Bora es perfecta. Absolutamente clara. Como estar en una gigantesca pileta de natación. El snorkel nos premitió ver nuestra primer raya marina en vivo y en directo. Son bichos absolutamente inofensivos que salen rajando ante la presencia de humanos. Extasiados de tanta belleza, la noche nos encontró con un incendio en nuestros cuerpos. Difícil. Mucha crema humectante para paliar las consecuencias. A duras penas pudimos dormir.

12.30.2010

Bora Bora I




Dos días de Moorea. Nuevo destino: Bora Bora. La perla del Pacifico. Un sueño, una excentricidad, un lujo, un destino radical. Que lejos se siente Buenos Aires. Y claro, de solo pensarlo, se eriza la piel. Los comentarios de los habitantes de Moorea fueron unánimes: “la laguna de Bora Bora es perfecta”. Nos recibe una lluvia torrencial. El aeropuerto se encuentra sobre una pequeña isla. Un ferry nos lleva hasta la isla principal de Bora. Nos recibe el dueño del alojamiento reservado el día anterior para llevarnos a Boravaite. En el camino empezamos a sentir que la elección no fue la correcta. La playa más cercana está a unos 12 km del Boravaite, no existe el transporte público, y cada vez que querramos ir a la playa el traslado tendrá que ser en Taxi. El alojamiento está bien, pero estamos en la otra punta del merengue. No perdemos tiempo. Salimos en búsqueda de una mejor opción. Como ir? En medio de la calle nos encontramos haciendo autostop. Al segundo intento nos levantan dos jóvenes nativos de la isla. Al subir al auto nos damos cuenta que eran dos bestias tatuadas y calcadas al rugbier neozelandes Jonah Lomu. No hablaban una palabra de inglés. Solo tahitiano. A duras penas pudimos hacerles entender que íbamos a la otra punta de la isla. Unos 15 km. Resultaron ser dos personas increíblemente generosas. Nos llevaron hasta la puerta misma del Hotel Robert et Tina que estábamos buscando. Ubicado sobre la playa, en la mejor zona de Bora bora. Donde el mar es una laguna enorme, el agua clara como la de deshielo, y la arena blanca como la harina. El paraíso está ahí. Yo lo vi. Solo faltaba el sol. Las nubes no lo dejaban pasar a la función.

Hay lugar en el Hotel. Mañana estaremos por allí disfrutando de nuestra habitación con vista al mar. A un precio irrisorio para ésta zona: 8600 Francos del Pacífico. Unos 90 dólares diarios.

La paz se apodera nuevamente de nuestros cuerpos. Rápida acción e inmediata solución. Nuevamente autostop para regresar al Boravaite. Ahora llueve más fuerte que antes. Se cae el cielo. Nuestro amigo de la camioneta nos deja sobre el muelle a mitad de camino del alojamiento.

Bajamos rápido para evitar el aguacero y escuchamos un grito hacia nosotros. Es un viejo todo mojado que abraza fuerte a Sabrina y la levanta por los aires a pura alegría. Es Werner!! Pero cómo puede ser??? Cómo mierda llegó hasta acá??? Mientras pensaba éste tipo de cosas, también me vi fundido en un abrazo emotivo con él. Una alegría inmensa. Las cosas son como son. No tienen explicación. Como en una película de Eric Rohmer, el azar era el protagonista principal en éste encuentro. No tiene sentido pensar cómo y por qué nos cruzamos. Es el destino que nos trajo hasta aquí. Werner llegó en el ferry. Viajo durante 14 horas, no gastó un mango y llegó el mismo día que nosotros. Lo invitamos a pasar la noche en el Boravaite. Teníamos dos camas de sobra. Nos espera una cena juntos con unas buenas cervezas heladas. Mañana esperamos por un jornada a pleno sol en nuestro nuevo y definitivo alojamiento en Robert et Tina.

Moorea




Papeete termino siendo una escala brevísima a nuestra llegada a Tahití. Decidimos pasar la noche en el aeropuerto y salir a primera hora de la mañana rumbo a Moorea. Como el avión llegó al aeropuerto de Papeete a las 11 PM, pasamos la noche durmiendo allí. A primerísima hora de la mañana nos dispusimos a sacar nuestro ticket aéreo. Itinerario de la Polinesia: 2 días en Moorea, 4 en Bora Bora y 3 en Raiatea para volver a Papeete y tomar el avión de vuelta a Isla de Pascua. Nos despedimos de Werner con nostalgia. Su presupuesto no incluía los tickets aéreos. Él prefería esperar por la opción de algún ferry que lo lleve por las islas. Siempre que se encuentra gente querible en el camino, da pena pensar que muy posiblemente no volvamos a vernos. Quizás más adelante el destino nos cruce nuevamente.

Si Isla de Pascua era caro, acá en Polinesia lo es aún más. Unos 20 euros para trasladarnos del aeropuerto al camping. Unos 10 kilómetros. El camping Nelson fue una gran elección. Tomamos un Chambre (habitación) con baño y cocina compartida. Al estar sobre la playa, gozámos de una ubicación privilegiada. En la Isla no hay muchas playas. Las pocas son privadas y pertenecen a Resorts o particulares. El agua es un espectáculo. No traer el equipo de snorkel, una herejía. Uno se puede pasar horas en el mar viendo la vida bajo el agua. El color es transparente y la temperatura cálida. Muy agradable. Es una gran laguna. No existe el oleaje. Por la tarde alarma. No encontrábamos la cámara fotográfica. Inexplicablemente había desaparecido. Ningún rastro de la misma por la habitación ni en nuestros equipajes. El destino nos tenía preparada la primera gran sorpresa. Al ver nuestra desesperación, Yamal, un francés de origen argelino, sin pronunciar una palabra de castellano ni inglés, nos trajo la cámara fotográfica, la cual había sido olvidada en la cocina mientras cargábamos la batería. Increíble el gesto. El tipo se la podía haber choreado tranquilamente que nunca nos habríamos enterado. Lo invitamos a comer y compartimos un almuerzo con pescado y arroz. Como pudimos, entre palabras sueltas del francés, inglés y castellano, pudimos intercambiar algún que otro dialogo. Fue boulangere (panadero) y ahora se dedica a trabajar de técnico en un hospital. Vive en Paris pero no soporta la vida de la ciudad. Sufre la vida cosmopolita y el ritmo de la gente allí. A pesar de no poder hablar demasiado con él, pudimos advertir que se trataba de una persona introvertida, generosa y solitaria. Cerramos nuestro encuentro con una foto de él y Sabrina. Nuestro héroe aprovechó para “meter mano” según palabras de la mujer. Como suele sucederme en algunas ocasiones, suponía que era uno de los tantos comentarios exagerados por parte de ella, pero no. Por la noche, mientras cenábamos, lo descubrimos gatillando con su cámara sobre la figura de Sabrina una y otra vez. Cuando notó que advertimos su accionar se acercó a nuestra mesa y nos mostró ruborizado las 3 fotos que había sacado. 2 de Sabrina y una de ella conmigo. Se había enamorado. Estaba caliente. Era la típica conducta del pajero. Sin ningún tipo de discreción, se puso a sacar fotos para no borrar la imagen de ella de su memoria. Ahora quedaba inmortalizada para siempre. Vaya uno a saber qué tipo de perversiones pasaban por la mente de éste sujeto. Y que iba a hacer con esas fotos….

El atardecer en la playa es un espectáculo bellísimo. Me encontró conversando con un francés que no recuerdo su nombre, pero como era rubio, de ojos claros, medio pelado y le gustaba cocinar, para mí será for ever Francis Mallman. Con Francis intercambiamos experiencias por el buen cine francés de la Nouvelle Vague. Nos encontramos debatiendo sobre los primeros trabajos de Godard, Truffaut y Chabrol. Y el epilogo del atardecer y la conversación cinéfila se lo llevó Tabú, la película que filmaron Friederich Murnau y Robert Flaherty en Bora Bora (1927). Una especie de documental-ficción acerca de la vida de los indios en la paradisíaca isla.

La playa es un sueño, el clima acompaña fiel, la gente es muy amable, el lugar es precioso. Puede haber problemas?. Siempre puede haber. Navegar por internet cuesta la friolera de 6 euros la hora. Esto atenta contra la confección en tiempo y forma del blog. Para el argentino, todo es carísimo.

12.28.2010

Isla de Pascua II




Como volábamos por la noche rumbo a Papeete, decidimos pasar nuestro día haciendo una caminata por la parte céntrica de la isla. Preferimos dejar las excursiones y la playa de Anakena, que es la mas bonita, para nuestro regreso. El día lucia esplendido. El movimiento de turistas hoy era incesante. Los japoneses a la cabeza de las compras. Arrasaban con todo. Ellos lucen como siempre. Con sus cámaras último modelo y la curiosidad por todo lo que se dice “turístico”.

En el camino nos encontramos con nuestro amigo Werner. Juntos fuimos a Internet para programar la estadía en Tahiti. La suerte nos cruzo con Agnés. Una mujer muy amable, rubia y francesa, que vivía en la Polinesia y estaba de vacaciones en Isla de Pascua. Nos ofreció el garden de su casa para que acampemos y nos dio información valiosísima. Los colmillos de nuestro amigo de viaje lucían brillosos, afilados. Una nueva presa asomaba en el horizonte. Cuando se fue la mujer y le dije que lo notaba “in love”, el hombre me respondió con una sonrisa cómplice. No podía ser de otra manera.

Van dos días de viaje y la cosa está muy bien. La tranquilidad se apodera del cuerpo. El silencio tiene música y en el horizonte llueven imágenes. Que lindo es viajar. Que lindo es no tener horarios.

Por la noche, a punto de tomar el vuelo a Papeete, nuevamente nos encontramos en el aeropuerto con Agnes, la agradeble mujer que nos ofreció alojamiento en su casa de Raiatea. Promediando la conversación, hizo referencia a su “husband”. Al irse Agnes, le pregunté a Werner al respecto, quien sin inmutarse un segundo y con la sonrisa de siempre me respondió muy tranquilo: “Y cual es el problema Bruno?...yo no soy celoso…”.


Isla de Pascua I






Algo que vale la pena disfrutar es el momento previo al aterrizaje en Isla de Pascua y el paneo de la Isla desde arriba del avión. Es hermoso. El recorte de su costa, la geografía con acantilados y el color azul intenso de las aguas del Pacifico.

Nos recibió una lluvia de verano que nos acompaño hasta que nos instalamos en la Habitacion del muy bonito camping. Salimos a dar una vuelta por el pequeño centro. Queríamos comer algo y no gastar mucho. Por consejo de un surfer fumeta, nos pedimos un “completo” en uno de los carritos ubicados sobre la costanera. Resulto ser un Pancho con palta y salsa de uno vaya a saber que. Ya sabemos que eso no lo volveremos a pedir. Acá todo es carísimo. Una empanada (dos veces de grande que la nuestra) puede costar 10 dolares. Ir al supermarket a comprar unas verduras y un agua, alrededor de 20 dolares. Hay que venir con plata porque si no se la puede pasar muy mal.

Una fotos en el centro ceremonial Tahai, también ubicado en la zona céntrica, y contemplar el atardecer allí, fueron los planes para cerrar nuestro primer día en la isla. La noche nos encontró cenando en el camping y conociendo a un señor alemán de unos 70 años, llamado Werner, que nada tenia que ver con el gran director alemán Werner Herzog. Ni siquiera lo conocía al cineasta. Éste Werner vivía en Australia y se dedicaba a disfrutar de su pensión viajando 6 meses al año. Pudimos ver sus fotos de los recientes viajes a China, Rusia, Austria, Colombia, Peru, Argentina, Uruguay y Chile. Resulto ser un picaflor. El hombre no perdía el tiempo. Viendo las fotos nos enteramos que tenía una amante en cada destino. Y también resulto ser un compañero de ruta porque viaja con nosotros hacia Tahiti, para conocer Papeete, Moorea y Bora Bora.

Algunas cosas interesantes sobre Isla de Pascua. Es la isla más alejada de otro punto de la tierra en todo el mundo. Se encuentra habitado solo el 5% de su superficie. El resto es Parque nacional. Los nativos son los Rapa Nui, que son los dueños de los terrenos y solamente se los pueden vender a otro Rapa Nui. Tiene 1000 habitantes fijos y vive exclusivamente del Turismo. Acá no existe el Invierno. Hay dos estaciones, verano y primavera. La temperatura más baja ronda los 18 grados. Es territorio chileno pero la mayoría de los nativos no quieren saber nada con eso. Quieren la independencia. Pudimos ver algunas casas con banderas colgadas haciendo alusión al tema.